lunes, 9 de septiembre de 2013

Natalia Cid, sumiller: "Si se bebiese más vino, habría menos botellón"

Entrevista en La Voz de Galicia con Natalia Cid, sumiller: "Si se bebiese más vino, habría menos botellón"
Natalia Cid Mayo. Foto de César Quián en La Voz

Entre los sumilleres gallegos hay una mujer que se ha ganado un puesto de prestigio a pulso. Se llama Natalia Cid Mayo (Ourense, 1978) y lleva tres años al frente de la vinoteca Montecarlo, ubicada en la calle peatonal de A Gaiteira, en A Coruña.  

—¿Cuánto costaba el vino más caro que ha probado?
—No lo olvido jamás: 800 y pico euros. Era un priorato, la Ermita, de la familia Palacios, una añada especial. La abrí en mi casa con unos amigos y un cordero que me trajo mi madre de Ourense.

—A los precios que va, ¿la botella de albariño es cara o barata?
—En España todavía es muy barato consumir buen vino. En algunos países europeos, en cambio, el precio es prohibitivo.  

—¿Llegará algún día el Ribeiro a situarse por encima?
—Ya está por encima del Rías Baixas. Hay algunas bodegas que, de lo bien que lo hacen, han encumbrado al Ribeiro.  

—¿El mercado va a ir hacia el tinto o hacia el blanco?
—Lo marca la estacionalidad. Nunca se vende tanto blanco como en julio y agosto. Pero cada vez están entrando más los rosados, los cavas, etc...

—¿A qué se debe que cuando uno piensa en tinto, la primera palabra que le sale es Rioja?



—Al márketing. La mayoría de la gente pide un Rioja porque, en realidad, no sabe pedir otra cosa. No es fácil que te llegue un cliente demandando un Cigales o un Montsant. Es como cuando te piden un mencía y no te dicen la zona de la que lo quieren. Tú no pides un treixadura, que es la uva, pides un Ribeiro.  

—Pero, incluso aquí, se sigue vendiendo mucho Rioja.
—Muchísimo. En todos los bares hay Rioja, pero no en todos los bares hay vinos gallegos. Y menos de una cierta calidad.  

—¿Eso de tener que beber el vino en el año se acabó?
—Sí. La semana pasada tuve un Ribeiro del 2010 que estaba buenísimo. En una cata de Viña Godeval, Horacio Fernández nos sacó un godello de los años ochenta que estaba fantástico. Nunca pensé que un blanco pudiese aguantar tanto, pero es así.  

—¿A qué ayudaría que hubiese más cultura del vino?
—A mantener las tradiciones y potenciar el sector. Además, si se bebiese más vino, habría menos botellón. Cuatro amigos con una sola botella pueden pasar un rato estupendo.  

—¿Con un buen vino, la resaca es mejor o peor?
—Mejor. Si tú bebes calidad, no te va a sentar mal. Yo, al menos, nunca me he emborrachado.

—¿Ni siquiera una «contenteira?
—Bueno, eso sí. Pero en ese momento es cuando sé que tengo que parar de beber.  

—Ante el auge del enoturismo, ¿qué bodega es la más visitable?
—En la Ribeira Sacra, Algueira, Vía Romana o Regina Viarum; en Ribeiro, Casal de Armán; y en Monterrei, Crego y Monaguillo.

—¿Cómo apareció A Rúa en la lista Parker de los mejores vinos?
—Yo lo compré en Gadis por 1,85. ¡Por ese dinero estaba fantástico! Pero creo que el enólogo se equivocó. A lo mejor el que él probó, no es el que estaba en la calle. Puede que lo engañaran.  

—¿Hay mucho machismo en el mundo del vino?
—Cada vez menos. He ido a muchas catas donde la única mujer era yo. Somos pocas, pero la Asociación de Sumilleres de Galicia está presidida por una mujer, Mercedes González.  

—¿Qué están aportando las mujeres al mundo del vino?
—Tenemos más desarrollado el sentido del olfato, porque desde pequeñas nos fijamos más en los perfumes. Y me acuerdo cuando la también sumiller Laura Gaioso estaba embarazada. En las catas, era increíble.  

—¿Un vino tiene que contrastar con la comida o completarla?
—Los contrastes están bien, pero las normas las pone el gusto de cada uno. Está claro que un chuletón va de la mano con un Ribera y un blanco con marisco.  

—Elegir la botella, descorcharla o probarla. ¿Con qué momento se queda?
—Sin duda, cuando la pruebo.