lunes, 16 de diciembre de 2013

Berta Dávila, fotografiada por Alexxander
Ten o falar de Berta Dávila (Santiago, 1987) un aquel de tranquilidade que contaxia á xornalista. Vén de gañar o Premio de Narrativa Breve Repsol, por O derradeiro libro de Emma Olsen e está feliz. Conversamos sobre librarías, lecturas e escrituras xunto a un café con leite. 

—¿Cal foi o verso que lle incitou a escribir? 
—Moitos... Hai un de Jaime Sabines que di: «Quiero darte a nadie para que vuelvas a mí sin haberte ido»; outro de La Regenta: «Ella era también como aquel cigarro, una cosa que no había servido para uno y que ya no podía servir para otro»; e hai un verso de Lupe Gómez que me persigue absolutamente: «Galiza non son imaxes, son restos». Gustaríame ter escrito algo así, algo que puidese levar tatuado. 

—¿Nunca se cansa de ler? 
—Eu teño a vista cansa dende os oito anos. Leváronme ao oculista porque me doían os ollos e púxome unhas gafiñas de vista cansa que aínda sigo utilizando. 

—¿Por ler moito? 
—Si. Miña nai ameazábame con quitar os libros para que fixera as cousas: «Como non acabes de merendar, non vas ler», dicía. 

—¿Gusta de ler en dispositivos electrónicos? 
—Só para ver prensa, blogs... Vexo normal que a tendencia vaia cara o tema electrónico, aínda que eu non o fago. Non porque o deoste nin moito menos. 

—Mostra de que non é totalmente analóxica é o seu blog, «Confabulario Novo». 
—Claro, non son doutro século, pero nunca fun capaz de ler cincuenta páxinas seguidas nun dispositivo electrónico, quitando os xornais. Ademais eu son de apuntar cousas, subliñar, tomar notas... 

—¿Marca a páxina? 
—Iso tamén. Por arriba, marco por onde vou; e por abaixo, cando me gusta unha cita. 

—No seu blog, chamoume a atención unha entrada na que dicía que lle fascinaban as notas de suicidio como xénero literario. 
—Falaba dese tipo de citas que parecen estar escritas para a literatura e non para os seres queridos. E relacionábao co meu de Emma Olsen, que non é unha nota de suicidio, pero é esa idea de que contarías se fose o último que tes que contar. 

—¿Por que está tan presente a música nos seus libros? Hai un verso de «Raíz da fenda» (2012) no que di, logo da morte dun ser querido: «¿Serei tan cruel para volver a escoitar música?». 
—Ese verso fala dos primeiros momentos nos que un afronta a perda de alguén. A pregunta é se serei tan cruel como para recuperar as rutinas intranscendentes da vida, ou para volver de novo á dispersión. 

—¿Porque sería como unha traizón á persoa que xa non está? 
—Si, iso é. Puxen a música porque me pareceu o contrapunto á sensación de loito. O derradeiro libro de Emma Olsen escribiuse cun playlist, que é un disco coas vinte cancións que eu escoitaba obsesivamente mentes escribía. 

—Entre elas está «Only the lonely », de Roy Orbison. 
—Cheguei a pensalo como título para a novela, pero o de «Só os solitarios» non me gustaba. O disco Mistery girl tamén aparece. «Teño gafas de vista cansa dende os oito anos por ler tanto».

(Segue)

lunes, 9 de diciembre de 2013

Victoria G. Dobarro, coordinadora de la DGT en Galicia: "Me pusieron una multa que me sirvió de cura de humildad"

Es la primera mujer que ocupa la jefatura de Tráfico en A Coruña y también la primera coordinadora de la DGT en Galicia 


Victoria Dobarro, fotografiada por Marcos Míguez
Imagínense lo que tiene que ser que a la jefa del organismo que pone multas le pongan una multa. Pues a María Victoria Gómez Dobarro (Pontevedra, 1968) le pasó cuando era jefa provincial de Tráfico en Pontevedra. «A- 52. Puebla de Sanabria. Iba por una recta interminable y no me di cuenta de que me había excedido un poco en la velocidad». 

—¿Una jefa de tráfico no se quita sus propias multas de tráfico? 
—¿Cómo me la voy a quitar? La pagué, como todo el mundo. 

—O sea, que tampoco la recurrió. 
—No. Me dio mucha rabia y me sirvió de cura de humildad. 

—Pero, ¿es partidaria de subir a 130 la velocidad máxima en carretera? 
—En carreteras buenas y con vehículos buenos es una velocidad más que asumible. Hay que ver en qué condiciones y con qué requisitos se establece.

—En la A8 se está multando por circular a 131. ¿A partir de qué velocidad saltan exactamente todos los radares? 
—Depende del equipo. Antes el margen era de un 10 % y, ahora, de un 6 %. Los aparatos son cada vez más sofisticados. 

—En un día como el de hoy, con la operación retorno, ¿sufre pensando en los accidentes y atascos que pueda haber? 
—En Galicia este tipo de operaciones no son tan significativas como las que vemos en Madrid. Me preocupo más cuando llevamos varios días de lluvia y sale el sol. Pienso en las motos. 

—Cuando va por la carretera, ¿nota que se conduce mejor? 
—Noto que se ha reducido la velocidad media. Aunque te rebase uno por la autopista, se incorpora al carril otra vez. 

—De todas formas, se sigue «fardando» mucho de correr. A todo el mundo le lleva una hora menos ir a Madrid. 
—Pero la respuesta de la sociedad es distinta. Ahora te preguntas: «¿A cómo iría este?». 

—Parece que, con el alcohol, no hay ese cambio de mentalidad. 
—Cuesta más. Lo habitual es que, en un fin de semana, recojamos unos 100 positivos en los controles. Es una cifra alarmante. 

—Si nos volviéramos a examinar del carné, ¿cuántos de nosotros cree que suspenderíamos? 
—No lo sé, pero ahora las preguntas son más claras y concisas. 

—Y ya están informatizadas. 
—Sí, estamos muy contentos e ilusionados con el teórico informatizado. Aunque el otro día falló, de manera puntual, eh... Pero bueno, tiene muchas ventajas. 

—¿Cuál es la principal infracción que se comete en Galicia? 
—Exceso de velocidad, alcoholemia, el uso de los sistemas de seguridad y el teléfono móvil. 

—En cuanto a los sistemas de seguridad, ¿no podrían organizar unos cursillos para los padres que nunca saben si la silla de su bebé está bien o mal colocada? 
—Pues probablemente sí. Por lo que veo, debe ser complejo instalarlas adecuadamente. 

—No le voy a preguntar quién lo hace mejor, pero ¿hay diferencias entre hombres y mujeres a la hora de conducir? 
—Creo que las mujeres respetan más las normas. La prueba es que, más del 85 % de los conductores que pierden todos los puntos del carné, son hombres.  

(Sigue)

María Luisa Suárez, costurera del Complexo Hospitalario de A Coruña (CHUAC): «Una de mis tareas consistía en hacer los sujetadores de las monjas del hospital»

Hasta que se jubiló el mes pasado, fue la trabajadora más veterana del complejo hospitalario coruñés 

«Los camisones abiertos son para la gente que está encamada o para ir a quirófano» 

Fotografía de Paco Rodríguez
Escribir que María Luisa Suárez García (Oseiro, Arteixo, 1949) se ha pasado el tiempo entre costuras es una obviedad pero, dado que confiesa estar «enganchada» a la historia de María Dueñas, empezamos por ahí. 

—¿Sabe que la adaptación de la novela a la tele ha disparado la venta de máquinas de coser? 
—No me extraña. Esa serie me encanta, estoy enganchada. 

—Usted tendrá más de una, ¿no? 
—En mi casa tengo la que me compró mi madre a los trece años, una Singer. Es la que siempre utilicé. Nunca fue a arreglar y cose de locura. En el hospital, pasé por tres máquinas distintas. La última fue una Refrey. 

—Así que no desconectaba del trabajo cuando llegaba a casa. 
—¡Qué vaaa! Yo cosía para mis hijos, para mis sobrinas... Abrigos y de todo. Los de marinerito, con los botones dorados, ¿sabe?

—Sí. ¿Los hacía usted? 
—Sí. También hice la ropa de mis hermanas. Y somos seis. 

—¿A qué edad empezó a coser? 
—Profesionalmente empecé a coser por las casas a los catorce años, para gente muy importante de A Coruña. A los 18 entré en el hospital. Era el año 1968. Me dejó la plaza una tía mía. 

—¿Y la cogieron así, sin más, o tuvo que pasar una prueba? 
—Tuve que pasar unas pruebas, claro. Se trataba de hacer una bata, un delantal y una cofia. 

—Una bata de médico. 
—No, una bata de pinche. La primera bata de médico que hice fue para el doctor Calderón, traumatólogo. Era muy conocido. Vivía encima del cine Equitativa. 

—¿Quién vestía mejor? ¿Había algún George Clooney por ahí? 
—Nunca tuve mucho tiempo para fijarme, ¡siempre anduve a cien por hora! Déjeme que piense... Era apuesto el doctor Pernas; y el doctor Bayo, también. 

—Así que lo primero que hizo fue una bata. ¿Y lo último? 
—Como estoy operada de las manos y de los ojos, últimamente me dejaban coser muy poco. Hacía pequeños arreglitos de ropa, porque viene todo de fábrica. 

—¿Cuál fue el uniforme más difícil de hacer? 
—Los hábitos de las monjas, pero nunca tuve que hacer ninguno. Una de mis funciones consistía en hacerles la ropa interior, los sujetadores, las cofias... 

—¿Les tomaba las medidas? 
—Lo hacía a ojo. Se lo probaban y, si no les servía, se arreglaba. 

—¿Cuánto tarda en coser un botón? 
—Un minuto. Y un ojal, tres minutos. Un dobladillo, depende. 

—¿Qué canta cuando cose? 
—No canto nada. Escucho la radio. Aquellas radionovelas de antes eran estupendas. 

—Terminada esta etapa, ¿se considera feliz? 
—Solo tengo palabras de agradecimiento para todos. Sobre todo para el señor Albaina, que era el administrador. Se portó como un padre conmigo. 

(Sigue)