lunes, 14 de abril de 2014

Mari luz Canal, abogada penalista y pionera: "La primera vez que fui a la cárcel aún estaba allí el garrote vil"

Mariluz Canal, fotografiada por Paco Rodríguez para La Voz
Esa luz que canaliza su nombre es la misma que atraviesa sus liberadoras canas y la misma que sale por sus ojos cuando sonríe. Mujer con altura de miras y de la otra. Mariluz Canal Paz (Lobeira- Ourense, 1946) lleva en su corazón a Chile, país que visita una vez al año. 

—Usted fue la primera mujer que, como abogada de oficio, pisó una comisaría en la ciudad. Por entonces se hacía raro que una chica estuviera en una guardia del turno de oficio. 
—Sí. Fue en 1978 y hasta salió el jefe superior de Policía a felicitarme. Me acuerdo del consejo que me dieron en el despacho: «Estudia mucho porque si un hombre tiene un mal día, es un mal día; pero si tú tienes un mal día, eres una burra». 

—Ese era el contexto. 
—Al principio era todo muy paternalista. Les preocupaba que fuera sola a ver a un detenido. 

—¿Cómo fue la primera vez que visitó la cárcel? 
—Todavía estaba allí el garrote vil. A mí me cambió la escala de valores. Te das cuenta de que muchas personas están en prisión porque no han tenido otras oportunidades. 

—Cuando llega a su despacho el crimen de la maleta —el del niño que Pilar Mazaira mató y facturó para Madrid en 1992— usted ya es una experta penalista. ¿Fue el caso más importante que le ha tocado llevar en su carrera? 
—Fue el más mediático. Yo recibí hasta guiones de televisión sobre lo ocurrido. Todavía los tengo metidos en un cajón. 

—Ni que estuviera hablando del caso Asunta. 
—Con el crimen de la maleta se produjo un juicio paralelo en la sociedad. Hubo un amarillismo tremendo y eso desgasta. 

—¿Y cómo le desgastó la defensa de Liñares, uno de los principales imputados en la Operación Pokémon? Ahora ya no lo lleva. 
—No, cuando salió en libertad cambió de abogado. Como nunca lo hice mediático, lo llevo bien. Yo nunca he hablado de mis asuntos profesionales. Los demás compañeros, que hagan lo que vean. A mí me choca cómo se llevan algunos asuntos desde el punto de vista judicial. Si un sumario está secreto, no puede haber filtraciones. 

—¿Cuál fue el caso que más le impactó? 
—El crimen de los Tilos, el del profesor que había matado a su mujer. Fue mi primer contacto con la locura, una realidad que yo no conocía. 

—¿Difiere mucho de lo de ahora? 
—La delincuencia cambió bastante. Cuando empecé no había drogadictos, pero sí gente marginada por cuestiones económicas. Defendí a un chico que era oligofrénico, pero nadie se había dado cuenta de ello hasta que lo vi en el cuarto de detenidos. No tenía que estar ahí, sino tutelado por el Estado. ¿Qué falló en esa cadena para que nadie se hubiera dado cuenta antes? 

—¿Cómo fue su primer juicio? 
—Era un señor que había robado en una frutería. En el juzgado me plantearon un acuerdo, así que mi único papel, después de haber estudiado tanto, fue contestar a una sola pregunta: «¿La letrada tiene algo que añadir?». Y dije: «No». [Risas] Madre mía, eso fue todo. Una sola palabra. 

domingo, 6 de abril de 2014

Ascensión Cambrón: «No puedes convertir en delito lo que para ti es pecado»

 Critica duramente la reforma del aborto, que califica de «disparate»


Fotografía de Marcos Míguez para La Voz de Galicia
Cordobesa afincada en A Coruña desde hace años, Ascensión Cambrón analiza la situación actual desde las tres perspectivas que domina, la jurídica, la moral y la política. Y no deja títere con cabeza: Paro, preferentes, aborto, cajas de ahorro, televisión basura y por supuesto, eutanasia como miembro que es de la Asociación Derecho a Morir Dignamente. 

-¿Qué desventajas supone para la mujer la reforma del aborto desde el punto de vista ético?
-La reforma es un disparate. Lesiona gravemente los derechos de la mujer. La sexualidad humana no tiene por qué estar ligada a la reproducción. Las monjas optan por tener vida adulta sin maternidad y nadie se lo cuestiona. Puedes estar en contra por tu fundamentación moral, pero no convertir en delito lo que para ti es pecado.

-¿Ocurre lo mismo con la eutanasia? En el «Libro de los deberes», del que es coautora, reclama que esta sea reconocida como un nuevo derecho. Pero, ¿existe el derecho a morir?
-De momento es una reivindicación moral, falta que se convierta en una institución material. Hubo varios intentos de llevar este tema las Cortes, pero el PP y el Opus no quieren ni oír hablar del tema. Y el PSOE no se atrevió a plantearlo.

-Dieciséis años después de la muerte de Ramón Sampedro, ¿no valió para nada su lucha? 
-Sirvió porque ayudó a consolidar la demanda social del derecho individual a una muerte digna. Su lucha no ha sido en vano, pero es lamentable que todavía se tengan que correr riesgos serios para que las personas mueran mediante la sedación. Lo otro sería imputable como colaboración al suicidio. 

-Pero la compañera de Ramón Sampedro, Ramona Maneiro, no fue condenada.
-Quedó impune porque no se pudo probar que fue ella la que contribuyó a darle el cianuro. Los países europeos que ya han regulado la eutanasia, como Holanda, Bélgica, Luxemburgo y Suiza, han tenido menos problemas porque allí la religión mayoritaria es la protestante.

 -Aquí cuesta más.
-Pero no por ignorancia, sino con alevosía. Si hay un sector social que no está dispuesto a solicitarlo, allá ellos, pero no se le puede impedir a los laicos, a los ortodoxos o a los de la iglesia del séptimo día. Se confunde la parte con el todo. 

-¿Hay alguna manera de hacer digna la muerte?
 -Si la medicina ya te ha desahuciado, qué menos que atender esa demanda. Puede ser una muerte digna cuando el paciente pide que se le sede y muere tranquilo despidiéndose de los suyos. En cambio, cuando un persona tiene la sentencia de muerte ya dictada y está padeciendo un gran sufrimiento físico, moral y psicológico, eso es una muerte indigna. También le digo otra cosa: La eutanasia tiene que ser regulada de manera muy rigurosa, para que no se utilice para sacarse de encima a aquellos que estorban y no quieren morir. 

miércoles, 2 de abril de 2014

Marián Ferreiro, ex concejala del PSOE en A Coruña: "Paco me mandó a un motorista con la carta del cese"

Foto de Marcos Míguez para La Voz

Sigue trabajando en el Centro Municipal de Planificación Familiar de Orillamar y cuenta que casi todas las usuarias llegan preguntando cómo les afectará el cambio en la ley del aborto. A Marián Ferreiro (Lourenzá, 1951) tan inconcebible como esa reforma le parece que «desde aquí hasta Fisterra no haya más centros como este». 

—¿Cree que los centros de planificación familiar corren el peligro de desaparecer? 
—Se han ido abandonando poco a poco. Creo que el objetivo final es que no existan y que las mujeres tengamos hijos para repoblar este país y así subir el índice demográfico. 

—¿Cómo les afecta el cambio en la ley del aborto? 
—Nos preguntan continuamente: «¿Ya cambiaron la ley?». Confío en que no salga adelante tal y como está elaborada porque, sino, el 95 % de las mujeres que quieran interrumpir un embarazo tendrán un hijo sin quererlo, se irán al extranjero o se pondrán en manos de alguien que les puede hacer una desgracia. 

—Volvemos a los tiempos de las clínicas clandestinas. 
—Sí. La situación es muy grave. Pretenden decirnos a las mujeres cuántos hijos queremos tener y cuándo debemos tenerlos; y eso es una decisión libre de la mujer y de la pareja.

—Hay miembros del propio PP en desacuerdo con la ley. 
 —No creo que haya tantos en contra, cuando a la hora de la votación no lo demuestran. Ya ve, lo que se lleva en política es decir una cosa y pensar otra.

—¿Qué más se lleva en política? 
 —Los políticos de ahora no escuchan a los ciudadanos, se olvidan del interés general y son incapaces de aplicar la democracia en sus propios partidos. Solo buscan sus intereses personales y no el bien común.

—¿Antes no era así? ¿Cómo recuerda su paso por la política? 
—Me gustó. Intenté aplicarla como un servicio al ciudadano. Ahora ya no tengo cabida, no le veo sentido. No se puede estar veinte o treinta años viviendo de la política y queriendo que los ciudadanos te crean. 

—Sin embargo, el año pasado se dejó querer. Entró en la lista socialista al Parlamento y casi sale. ¿Ahí aún le apetecía o qué? 
—Bueno, era una experiencia nueva y pensé que podía ser interesante. Yo no había estado en el Parlamento. Todavía sigo creyendo en determinadas ideas y no me rindo nunca. 

—Se ve que no escarmentó lo suficiente cuando la echaron del gobierno local. 
—Dijeron que yo me veía como la sustituta del alcalde y decidieron eliminarme. Temían que otros les hicieran sombra. 

—¿Y usted se veía como la heredera de Vázquez? 
—No, para nada. Nunca me lo planteé. Mientras estuviera Paco Vázquez, nunca lo pensé. Aquello no tenía sentido. 

—Y eso que, en el tema del aborto al menos, sus discrepancias con Vázquez serían grandes. —Pero es que Paco siempre respetó mi postura en ese sentido. Lo que pasó fue que alguien le convenció para echarme. Pasados los años, mire dónde está cada cual y cómo acabaron Francisco Vázquez y Javier Losada. Tendrían que haberme dado la razón. 

—Usted se lo intentaba hacer ver entonces y nada. 
—No me dio la opción de hablar. Me mandó al motorista y punto. 

—¿Que le mandó un motorista? 
—Sí, en serio. Yo estaba en mi despacho y allí se presentó el motorista con la carta del cese: «Ha sido usted cesada, agradecemos sus servicios y tal...». Como en los mejores tiempos del franquismo. 

—Ha pasado momentos duros. 
—Sí, porque luego, en el partido, debieron de hacer una leyenda con lo de que si yo quería tumbar a Paco... Fue demencial. La gente me torcía la cara, no me hablaban... En fin.